Consuegra es uno de los municipios más antiguos de la región en el que se destaca un continuo poblamiento, las idas y venidas de multitud de civilizaciones han dejado sus registros en la Historia hasta llegar a lo que somos hoy, algunas de esas señas se siguen manteniendo en la actualidad.
El cerro Calderico, sirvió de núcleo de asentamiento de poblaciones nómadas desde los tiempos de la trashumancia prehistórica. Hoy los escasos restos del viejo poblado celtíbero que han llegado hasta nosotros en el cerro (lienzos de murallas), son las pruebas de ese primer asentamiento fijo y continuo de nuestra historia, que comenzó con un castrum celtíbero allá por los siglos VI o V a.C. Este castrum serviría de asentamiento a una población estable dedicada en gran parte a la ganadería y al comercio con productos derivados.
La llegada de los romanos trae consigo uno de los mayores cambios. Desde ese momento la evolución del pequeño recinto urbano debió ser rápida, abandonando definitivamente el viejo poblado del cerro Calderico y constituyendo en la llanura la base de la Consabura romana, dotada de elementos característicos del urbanismo clásico como puentes, calzadas, termas, foro, circo, presa etc.
Consuegra, se fue convirtiendo gradualmente en un área de producción agrícola con varias fases de desarrollo que alcanzó su cénit con una tupida red de villas a su alrededor encargadas de las explotaciones agrícolas.
Con el hundimiento del mundo romano y la llegada de los pueblos germánicos se produjo un largo silencio en los registros. Pese al establecimiento de la capital visigoda en Toledo, no tenemos apenas documentos de este momento, pequeños y anecdóticos restos visigodos nos dan la pista de que Consuegra continuó habitada, pero que perdería gran parte de su población en favor de las villas agrícolas.
Junto con el visigodo, el periodo califal es otro de los grandes desconocidos de nuestra localidad. La única información de la ciudad durante esta época se extrae de documentos posteriores, a saber: construcción de una pequeña fortificación en lo alto del cerro y la existencia de una mezquita.
Después de haber estado silenciada durante siglos, vuelve Consuegra a los textos como una zona estratégica importante sobre la que se produjeron relevantes episodios bélicos a finales del siglo XI. Durante los reinados de Alfonso VI, VII y VIII (siglos XI – XII), la ciudad y su castillo serán uno de los centros neurálgicos de los movimientos de frontera. En 1183 se realiza la donación a la Orden de San Juan de Jerusalén del alfoz consaburense. Desde este momento hasta las Navas de Tolosa, lograron los hospitalarios mantener el territorio del castillo de Consuegra bajo su tutela. Después de las Navas (1212), los conflictos bélicos ya quedaban muy lejos y las tensiones se habían dirigido hacia zonas más al sur. Tomada definitivamente la Mancha Alta se iniciaba un nuevo capítulo en la historia de Consuegra y su entorno.
Desde los últimos Austrias y primeros Borbones, el priorato acabó convirtiéndose en un Mayorazgo en manos de la realeza, adaptándose con el paso del tiempo a las necesidades de la época. A finales del siglo XVIII el resquebrajamiento del antiguo régimen hizo languidecer y perder razón de ser de la vieja organización que fenecía víctima del proceso desamortizador de mediados del siglo XIX.
Todavía Consuegra tenía que asistir en el año 1891, debido a una pavorosa inundación, a la transformación urbanística más notable de los últimos siglos. Esto ha permitido que el centro de la población se extendiera la zona verde más importante de la ciudad, la creación de una nueva barriada y la reorganización de zonas próximas al río.